Reseña: Second Silence - Prosperidad.

Furiosos y cabreados. Bilis y rabia por un tubo, me cago en Dios, es lo que nos mandan los madrileños Second Silence. Un grupo de cafres, colegas de barrio, que allá por el 1999 decidieron formar una banda con la que dedicarse a repartir tralla y descargar toda la mala hostia que produce el día a día en forma de canciones. Chava (voz), Charlie (bajo), Nacho (batería) y Fer y Fede (guitarras), llegan a la mayoría de edad como formación y siguen fieles a sí mismos, incluso con la misma formación que empezó, cosa que tiene su mérito. Hasta hoy, la banda contaba con tres discos y un EP, siendo este Prosperidad su cuarta duración y el primero desde 2008. Y es que mantener una banda en activo durante casi veinte años no es fácil, Second Silence lo han experimentado y han pasado unos tiempos complicados en los que el futuro de la banda llegó a pender de un hilo pero, por suerte, aquí los tenemos de vuelta y, como dicen ellos mismos, más fuertes que nunca.

El disco contiene ceraca que parte de una base de Harcore-Punk con detalles de otros estilos como Thrash y similares. Pero la verdad es que no es una banda para meter en etiquetas, simplemente Second Silence son unos amantes de la tralla que se dedican a repartirla a base de pepinazos, sin grandes alardes técnicos, pero con la furia primitiva que demanda su estilo. Prosperidad, cuyo título sirve de guiño a sus orígenes al ser el nombre de su barrio, ha sido producido, grabado y mezclado por Carlos Santos en los Sadman Studios (Madrid) y masterizado nada menos que por el puto Jens Bogren en Fascination Street Studios (Örebro, Suecia). Y en él la banda tira hacia sus orígenes musicales, a los que les imprime sus experiencias todos estos años en once cortes de pura furia y unas letras con un mensaje clarísimo. El artwork corre a cargo de Samuel Lucas y la fotografía es obra de Cristian López.

La intro instrumental 28002 ya rezuma furia por sus cuatro costados antes de que Despierta nos parta en dos. Un tema con aires de Metal extremo, cargado de mala hostia en su rápido ritmo y su incisiva letra. Por los mismos derroteros sigue Fuerza y Honor, un tema cuya letra, de esas que levantan a un muerto, lo destina a convertirse en un futuro himno de la banda en sus conciertos. De hecho yo ya estoy coreando el estribillo mientras escribo esto, joder, "¡aquí nadie se rinde!". Caer, más tralla directa, nos lleva a Tomamos la Calle, un tema que rompe un poco la dinámica del disco (se agradece, para evitar caer en la repetitividad) y que cuenta con la colaboración de 'El Coleta', que le aporta aires de rap. No apto para 'trve merols', pero sin perder el mensaje que siempre transmiten Second Silence. Les leí decir en una entrevista a Dioses del Metal que escriben las letras más para ellos mismos que para la gente, pero lo cierto es que su mensaje cala fácilmente en el oyente, pues su mensaje claro y directo puede entrar con mucha fuerza en tu cabeza se se lo permites.



La tralla vuelve con Inmovilismo, un tema en el que las guitarras dejan de echar humo a nivel de velocidad pero en este caso caen con una fuerza aplastante y 'groovera'. Déjame Entrar, un tema de vena macarra, cuya temática se sale del guión (🙄), Soñador, tralla 'thrasher', y Por Vida, con una sección rítmica realmente sólida, dejan paso a Voz a Voz, que posiblemente sea el corte más bruto del disco, avanza a un ritmo infernal e imparable, se desmarca con estribillo enfocado al directo y continúa abrasivo hasta el final, generando auténticas batallas campales en sus futuros conciertos. Para cerrar el disco nos queda Ídolos, también mostrando la vena más burra de la banda.

Cera sin compasión. Cinco colegas de barrio, con el culo pelado en la escena nacional y con ganas de soltar bilis que presentan su cuarto disco en el que se han currado once temas furiosos y malhumorados, sacando humo a sus instrumentos y quedándose bien a gusto. En algunos momentos puede parecer repetitivo, algunos temas son muy similares entre sí, pero ahí están Tomamos La Calle o Inmovilismo, que varían los ritmos o Déjame Entrar en el que el mensaje reivindicativo se vuelve juguetón y macarrilla para evitar caer en esos problemas. Al final queda un disco tralla pura con mensaje claro, ideal para descargar tu furia al terminar de un día de mierda o ponerte las pilas antes de arrancarlo. Buen trabajo.

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